El camino de Sherlock
El camino de Sherlock
Andrea Ferrari
Ilustrado por Carlus Rodríguez
Buenos Aires
Alfaguara Juvenil
2009
Andrea Ferrari, la autora entre otros de El complot de las flores, La rebelión de las palabras, También las estatuas tienen miedo y El círculo de la suerte, publica en esta ocasión una novela policial de enigma, que entra en diálogo con el corpus de textos escritos por Sir Arthur Conan Doyle. Como toda buena narrativa policial, este libro es mucho más que la presentación de una sucesión de crímenes resueltos gracias a la deducción e inteligencia de un investigador (aunque también es eso).
En El camino de Sherlock se cruzan dos tiempos: por un lado, el presente de la enunciación en el que un adolescente intenta resolver el enigma de “los crímenes de Belgrano”, interesado por los interrogantes e inseguridad que generan estos delitos en su barrio; por el otro, el recuerdo de un episodio fundamental en su pasado, algunos años atrás, cuando participó de un programa televisivo de preguntas acerca de su personaje favorito: Sherlock Holmes. La alternancia de estos dos tiempos es manejada con maestría: cada capítulo es un mojón en este camino de lecturas, recuerdos, enigmas, guiños al lector y citas a los textos más famosos de Conan Doyle. Paso a paso, guiado por el suspenso y las predicciones que los lectores van realizando, El camino de Sherlock se recorre, siguiendo pistas, indicios y huellas.
El personaje, como corresponde en el policial clásico, es alguien con más inteligencia que el común de los mortales, amante de la observación y la deducción. Sin embargo, lejos de ser un “tipo” literario cristalizado y frío, es un protagonista atravesado por los conflictos y problemas propios de un adolescente, tales como tener una madre que insiste en desarrollar todo el potencial de su hijo, o el de ser un “genio” muy poco popular en la escuela.
Una novela para devorar (por el enigma, el suspenso, la destreza con la que se construye la acción textual), pero también para degustar, para releer, para volver atrás, para leer levantando la mirada, como diría Barthes. Si recorremos El camino de Sherlock llegaremos a ese raro y feliz punto de encuentro que puede darse entre una trama atrapante y una escritura con toques de humor, con marcas de intertextualidad: un texto abierto para que el lector trabaje, ordene, complete; un texto con caminos, senderos y atajos, baches y huellas, que seguramente nos llevarán hacia otros libros.
Carola Hermida