Érase una vez una vieja que tragó una mosca gris
Érase una vez una vieja que tragó una mosca gris
- 14 agosto, 2016
- Posted by: Jitanjáfora
- Category: Noticias
Érase una vez una vieja que tragó una mosca gris
Jeremy Holmes
Traducción y adaptación al español de Márgara Averbach
Buenos Aires
Catapulta
2010
Cualquier lector puede advertir que el aspecto exterior de este libro es realmente atractivo; la cuestión es: ¿podrá imaginar lo que le espera una vez que se adentre en las páginas de esta historia? El título, por su parte, nos remite a un tiempo indeterminado y a un personaje al que le ha pasado algo. ¿Algo gracioso? ¿Algo terrible? Quién sabe….
Este libro objeto está diseñado de manera integral para ser disfrutado de principio a fin. Su cubierta es una caja que simula ser el tapado de “la vieja”: el trabajo con el volumen y las texturas permite que admiremos los botones, los bolsillos, las puntillas… Pero dos elementos se destacan del resto: el libro que tiene en la mano, que lleva el mismo título que el que nosotros estamos por abrir, y un tradicional matamoscas en su bolsillo izquierdo.
Cuando sacamos la cubierta, descubrimos que el contenido de las páginas reproduce el del estómago del personaje, porque esta vieja se ha tragado nada más y nada menos que una mosca, una araña, un pájaro, un gato, un perro, una serpiente, una vaca y un caballo!
Como en toda retahíla, los elementos se van acumulando y encadenando al ritmo de una vieja canción, en donde la musicalidad juega un rol primordial y el ritmo de los versos invita a la memorización de los estribillos y al juego propio de la tradición oral.
Las ilustraciones amplían el texto, multiplican la lectura y nos invitan a volver sobre los versos con una mirada renovada. A cada estrofa le corresponde una figura numerada que muestra de qué manera cada animal cumple, en las entrañas de la vieja, la particular función para la que fue ingerido. La tipografía, como no podía ser de otra manera, también ocupa un lugar destacado en el diseño del texto.
Cerca del final, la apuesta se duplica hasta llegar a lo que ya se anticipa en un paratexto de la tapa: los ojos de la vieja se mueven, se cierran… ¿Por qué se cierran?: “¿Sabes lo que pasó? ¡Pero claro que lo sabes! Murió, claro” Pero, al modo de un juguete, el juego puede volver a empezar y la vieja puede volver a abrir sus ojos tantas veces como el lector desee.
Carina Curutchet
(septiembre de 2014)