Lobos
Lobos
Gravett, Emily
San Isidro
Macmillan
2011
Casi todas las delicias que puede deparar un libro-álbum aguardan al lector de Lobos. La historia es engañosamente sencilla: un conejo distraído saca de la biblioteca un libro sobre lobos y va tan absorto en la lectura que no advierte que un lobo lo sigue, hasta que finalmente lo devora, escena eludida, pero que se comprende a través de la metonimia: una esquina del libro desgarrada, un pedacito de una hoja en la que –justamente- se lee “conejos”. ¡Qué final! Pero no: en una paródica vuelta de tuerca, otro pedazo de papel nos informa que: “La autora desea señalar que ningún conejo fue devorado durante la elaboración de este libro. Esta es una obra de ficción, así que, para los lectores más sensibles, aquí hay un final alternativo.” De este modo, mediante el recurso a lo metaficcional, se ofrece un desenlace tranquilizador.
No obstante, cabe pensar por qué la escena del desenlace feliz está armada en forma de collage, con pedazos de dibujos que parecieran sacados de otro lado y cortados con los dedos.
También hay oportunidad de entretenerse explorando la variedad de paratextos que acompaña a esta historia: tarjeta postal (que se usa para consignar los datos de la edición), afiche que publicita al propio libro, carnet de la biblioteca, aviso que solicita la devolución del libro (¿por qué el conejo no lo devolvió?: he ahí otra pregunta inquietante), publicidad de restaurante chino, etc.
Las ilustraciones son hechas a lápiz, con gran trabajo sobre las expresiones de los personajes y colores propios de los libros “con lobo feroz”: negro, blanco, rojo.
Elena Stapich