En el desván
En el desván
Oram, Hiawyn y Kitamura, Satoshi
FCE
2013 (Edición especial para el MEN)
“Yo tenía un millón de juguetes y me aburría”, dice la primera doble página de En el desván escrito por Hiawyn Oram e ilustrado por Satoshi Kitamura. Un texto mínimo, una oración que yuxtapone dos ideas contrapuestas. La ilustración, en cambio, invade ambas páginas, presentando con un asombroso nivel de detalle ese “millón de juguetes” que también aparecen yuxtapuestos, se suman, se enciman haciendo que el protagonista prácticamente se pierda en ese mar de líneas, colores y texturas. Sin embargo, pese a esta minuciosidad no hay paredes ni indicios que muestren dónde se encuentra el narrador. La doble página siguiente incluye nuevamente una única oración: “Subí al desván”. En este caso, la ilustración es más despojada: descubrimos que estamos en un departamento pero para ascender al desván el niño se vale de la inverosímil escalera de su camioncito de bomberos. El lector entonces, a partir de este guiño, está alerta y acompaña al protagonista en su expedición al desván, que comienza siendo un espacio, oscuro, tal vez vacío que permite anticipar un quiebre con la realidad anterior. El niño descubre allí una familia de ratones, una colonia de escarabajos, una araña. Lentamente, página a página, se despliega un lugar “fresco” (en los múltiples sentidos que puede tener esta palabra) y poético: el niño puede pensar, tejer telarañas, abrir ventanas que abren otras ventanas. Se trata de un espacio onírico, mágico a través del cual puede vislumbrar otros mundos. La expedición le permite encontrar incluso un amigo, un tigre, con quien descubren “un juego que podía durar para siempre porque cambiaba todo el tiempo”. La ilustración, en tanto, continúa tejiéndose como una telaraña sutil y leve que permite entrever otros significados.
“-Pero nosotros no tenemos desván.” Le dice su madre cuando el protagonista desciende y le cuenta lo ocurrido. Esta frase interroga al lector y le exige desandar el camino recorrido, bucear nuevamente en el texto verbal y las ilustraciones, planteando un conflicto entre los límites entre ficción y realidad, volviendo tal vez a la escalerita del camión de bomberos. Cuando comenzamos a construir un nuevo equilibrio y sosegar la inquietud que plantea el texto ante la posibilidad de que se trate de un juego, de un sueño, de la imaginación del narrador… la página final vuelve a desafiarnos con un desenlace que replantea los interrogantes, quiebra el débil equilibrio que se había entretejido y pone nuevamente en crisis el pacto de lectura.
En el desván es un texto que nos invita a sumergirnos en un espacio en el que las reglas se evaporan; un libro destinado a primeros lectores, que plantea juegos inquietantes; una obra que propone participar de “un juego que puede durar siempre porque cambia todo el tiempo”; una ventana que abre otras; un entramado de palabras que tejen ilustraciones y de dibujos que escriben textos. Como si se tratara, entre otras cosas, de una metáfora de lectura, hay que correr esta aventura, pero también caminarla y escalarla, sabiendo que es infinita porque siempre se transforma y nos desafía.
Carola Hermida