¡Es un libro!
¡Es un libro!
Lane Smith
Barcelona
Editorial Océano
2010
Tomar en las manos este libro y empezar a leerlo sirve para confirmar una idea previa que algunos lectores podrían tener: es un libro. Esto es lo que el protagonista intenta confirmar en cada una de sus breves intervenciones interpelado por un asno amante de la tecnología que desconoce cómo funciona este artefacto nuevo y pregunta para qué sirve.
La historia se va hilando a partir del señalamiento de todo lo que un libro no es y todo lo que un libro no puede hacer, no puede twittear, no sirve para chatear, no emite sonidos, no pide nombre de usuario ni contraseña, no se recarga, no se puede ajustar la página, no sirve como blog, ni tiene wi fi. El asno no entiende entonces cuál es la gracia del libro, hasta que el mono simplemente extiende la mano y se lo ofrece. Asno comienza a leer y el tiempo pasa y pasa. Y al personaje “le pasa” la experiencia de la lectura, sobre la cual no queda demasiado por decir, ni preguntas para responder.
Este es un libro álbum que pone en cuestión los modos en que el libro como objeto cultural puede ingresar a la vida cotidiana de las personas, interpelado, cuestionado, relegado por el avance de las tecnologías de la información y la comunicación, que, como algunos creen, lo han desplazado y firmado su sentencia de muerte. Es evidente que los libros también cambiaron al ritmo en que cambia la industria cultural: hoy descubrimos libros concebidos a partir de conceptos artísticos diferentes, donde la imagen, el diseño, el formato, las estrategias ya no son las tradicionales. Los modos de leer también se han transformado y complejizado. Sin embargo, nadie puede pedirle a un libro que sea otra cosa distinta a lo que es. La lectura sigue necesitando tiempo, detenimiento, concentración, el encuentro personal con el libro, ofrecido muchas veces por la mano de un mediador que sabe lo que el libro es y la lectura puede hacer, como el mono y su pequeño ratón debajo del sombrero.
Una propuesta interesante, para pensar, para sonreír al reconocerse en algunos de los cuestionamientos al libro y los modos de leer que habilita o para enojarse junto con el mono por las preguntas burras del asno o, simplemente para detenerse unos minutos y leerlo. Después de todo… es un libro.
María José Troglia