Leer siempre es recorrer un camino, viajar, transitar un sendero (más o menos sinuoso) que nos lleva a la satisfacción de una tarea cumplida. Cumplida pero no finalizada ya que la lectura, como todo viaje, deja sus huellas en nuestra subjetividad y nos permite volver a cada palabra en el momento que lo deseemos.
Aventurarnos a la lectura de distintos textos de un autor es una práctica tan interesante como enriquecedora. Nos da la posibilidad de disfrutar de conocer e ir disfrutando, a medida que avanzamos, de dar pasos firmes en un terreno ya explorado. Reconocemos entonces una idea sobre la literatura, palabras que abrigan, visiones del mundo, en fin, lo que comúnmente denominamos una poética.
Pablo De Santis nos sumerge en un mundo en donde las palabras son palabras, pero también otra cosa: son esa sustancia misteriosa que envuelve a los lectores, que los sumerge y los atrapa en un laberinto infinito. Sus tópicos son la escritura, la palabra, los libros, la creación. No importa cuál texto sea la puerta de ingreso al laberinto: un texto lleva a otros, irremediablemente, creando un entramado por el que el lector vagará buscando una salida que resultará esquiva, o que, en realidad no querrá encontrar.
“…Yo cuidaba todos los libros que llegaban a mis manos, consciente de que en cada uno de ellos había un mundo que habitar durante las horas que duraba la lectura: a veces encerraban un país tan mal armado que sus paredes parecían de cartón, un sueño falso al que uno asiste solo para ver por dónde comenzará el derrumbe; otras eran tan perfectos como trampas de las que uno no terminaba de salir…”. Enciclopedia en la hoguera