Mi nombre, Patricia. Nací una tarde de invierno, en una casa chiquita. Había libros, no muchos, pero eran míos porque a mi hermano «no le gustaba leer» (esto, creo, era mentira, él y mi papá leían el diario), pero esos pocos me dieron mucho. A veces llegaban en susurros, a veces silenciosos, a veces a los gritos, pero estaban ahí, siempre había libros cerca a los cuales recurrir. Antes de saber leer , me paseaba por la casa , el patio, la huerta con una versión de Los Cuentos de los Hermanos Grimm (que aún conservo) debajo del brazo, pronunciando esta pregunta: «¿me lees?»
Desde entonces, me han acompañado en todos los momentos, para demostrarme en cada página, que el infinito tiene ese formato.
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