El mapa imposible
El mapa imposible
Bodoc, Liliana
Buenos Aires
Alfaguara (Serie Roja)
2008
109 páginas
Si en algún momento del día alguien se encuentra perdido, invente la forma de buscar y hallar. Recorrer un sendero de la mano de El mapa imposible, de Liliana Bodoc, podría ser una opción, no por encontrar una solución ni pretender que la literatura “sirva” para algo tan práctico como conocer las calles necesarias para llegar adonde se pretendía, pero sí para transitar un camino un poco alejado del cotidiano…
Ya desde el índice del libro se propone un recorrido: “Los exploradores”, “El primer pasillo” y así hasta el sexto, … y “La última página” ; la asociación ya conocida entre literatura y camino se hace presente una vez más, convirtiendo al lector en un caminante/explorador que da vueltas de página como quien se sumerge en mundos otros (posibles o imposibles, lo mismo da). Pero este participante no es el único en gastar su suela: esta novela nos propone un compañero de aventuras, alguien que enmarca la historia de Julián, Diego y Lila, tres niños dueños de un diario de exploradores. Es decir, que nuestra lectura estaría distanciada de la lectura de tal cuaderno por la mediación de la nieta de Julián, quien le dice a modo de mantener viva la historia: “-Yo leí tu cuaderno, abuelo. Lo leí muchas veces. No tengas miedo…” Con la pérdida de su escritor las historias no desaparecen, sino que continúan reproduciéndose de boca en boca-de lectura en lectura…
Pero el lector de la novela nunca parece acceder a las líneas del diario, sino a sólo a las aventuras infantiles… Cada pasillo- anécdota se presenta con un pequeño fragmento del diario que sirve de epígrafe y, luego, nos encontramos con la aventura en sí misma, no narrada en primera persona como es esperable en un diario, sino por un narrador omnisciente que parece saber más que los propios protagonistas… Entonces, en esta especie de escritura en caja china ¿quién se hace cargo de de contar lo sucedido en cada pasillo? Personajes y hechos extraños y conocidos compartidos por los tres amigos se presentan al mismo tiempo que se reflexiona acerca de la tarea escrituraria: ¿qué contar? ¿Cómo hacerlo? ¿Para qué lector? Tal vez, no sea casual que la novela termine-comience como empezó a partir de una pérdida-renacimiento:
“Cuando la nieta de don Julián, doctora, ensayista e investigadora, abandonó la casa de doña Lila, llevaba el cuaderno a rayas apretado contra su corazón. Entre todas, la última página (…), era su favorita. Sobre todo por lo inconclusa. Nada hay más excitante, para una persona de ciencia, que una puerta entreabierta o entrecerrada; según quiera verse.”
Rocío Malacarne
(Mayo de 2011)