Me acuerdo
Me acuerdo
- 12 marzo, 2022
- Posted by: Jitanjáfora
Me acuerdo
Martín Kohan
Buenos Aires
Ediciones Godot
2020
104 páginas.
Este particular libro de Martín Kohan se diferencia en gran medida de todos los anteriores –y es probable que también de los posteriores-, tanto por su forma como por su contenido. El diseño metaficcional de la tapa nos presenta la fotografía de la tapa de un libro añejo llamado «Me acuerdo» que se encuentra desgastado y un poco roto, junto con algunas fotografías en blanco y negro que se asoman desde dentro. Esta decisión estética junto con el título, nos anticipan una lectura que retratará una época anterior, en este caso, nada menos que la década de los 70 en Argentina, años durante los que transcurre la infancia del escritor.
El texto consta de una seguidilla de recuerdos de su infancia a modo de listado, que rememoran: la relación con las mujeres, con su familia y los amigos; el colegio; las actividades extraescolares; los pensamientos, bromas, picardías e ingenuidades de un niño; las verdades ocultas; el peso de los mandatos; el paso de la infancia a la pubertad; las primeras veces de todo; las costumbres judías; las marcas, los juegos y la ropa que se usaban; las canciones, los actores, actrices y artistas de la época; las referencias a eventos o circunstancias relevantes de nuestro país como la muerte de Perón, la última Dictadura Militar, el mundial 78, entre otros. Todos los fragmentos poseen una objetividad que busca que los lectores saquemos nuestras propias conclusiones, que seamos nosotros quienes jerarquicemos y demos sentido a estos recuerdos dispersos que, por cierto, no llegan a ser recuerdos completos o anecdóticos, sino tan sólo imágenes sueltas, aromas, momentos, objetos, nombres, conversaciones…
«Me acuerdo» no es un título azaroso, sino que remite a un formato que comienza con la publicación del libro homónimo del escritor estadounidense Joe Brainard en 1970, y que en 1978 retoma el escritor francés Georges Perec, utilizando el mismo título. En todos los casos el formato tiene la estructura de un listado o colección de recuerdos que no tienen un hilo conductor, simplemente van apareciendo. En este sentido, es discutible la catalogación como Novela y como Autobiografía que se le otorga al libro de Kohan en la Colección del Plan Nacional de Lectura “Leer Abre Mundos” publicada el año pasado, ya que ambos géneros implican narración, que es justamente de lo que carece este libro. La narración implica dar sentido, continuar un hilo conductor, jerarquizar y ordenar, y el formato de este libro es más una colección que una novela, un muestrario de imágenes de otra época.
Los procedimientos más utilizados son el de la enumeración y el uso eficaz de imágenes sensoriales que afectan a todos los sentidos: «El olor de la Pasticola» (60); «Chupar los confites Sugus hasta hacer que la cobertura se ablandara. Contenerse, no morderlos» (80) «La sensación en la palma de la mano o en la punta de los dedos, al apretar la cápsula del dado en el “Ludo Matic” » (94). Estas potentes imágenes sensoriales y sinestesias, junto con la disposición fragmentada de cada recuerdo y el uso de la puntuación, nos habilita una lectura más poética que narrativa, en consonancia con la idea de verso frente a la de prosa.
En este particular texto, que es casi el producto de un ejercicio de taller literario, resalta la importancia de la figura del escritor como testigo de una época, en cuyos textos se cuelan retazos de cultura, hábitos, costumbres, cosmovisiones, que entrelazan aspectos personales con cuestiones políticas y sociales. Así, estos recuerdos, si bien remiten a la biografía del autor, también representan, de alguna manera, a toda una generación. Por eso habrá lectores coetáneos al escritor que se identificarán con muchos de sus recuerdos y pinceladas de época, pero también habrá otros a quienes la lectura nos maravilla justamente por el gesto del extrañamiento ante ciertos hábitos, costumbres, nombres y sucesos que se recuperan en el libro.
Como lectores nos es casi imposible, con el pasar de las páginas, no sucumbir antes la tentación de enlazar algunos recuerdos y pensar en una posible narración. La respuesta a la pregunta ¿qué historia se esconde al unir estos recuerdos? será tan particular como subjetiva, en tanto cada lector adjudicará un mayor o menor peso a esos recuerdos, de acuerdo a sus propias vivencias y memorias. Pero al llegar al último recuerdo, nos invade la sensación de que todavía se puede seguir recordando más y más, que la lista podría ser infinita, que no tenía por qué terminar. Y es esa sensación, quizás, la que nos invite a que nosotros también escribamos nuestros propios “me acuerdo”.
Angie M. Diz
Marzo 2022