Mi biografía lectora comenzó desde muy temprano. No importaba tanto el qué, siempre terminaba ganando la curiosidad por sobre la forma. Aunque la suerte de una buena biblioteca hogareña, lenta y humildemente multiplicada con los años, tampoco faltó.
Mi encuentro con Jitanjáfora fue de la mano con mi encuentro con algunas de sus socias: en la materia de Literatura Infantil y Juvenil de la UNMdP. Luego de la cursada, siguieron mis primeras jornadas como asistente a la Ong, y así más invitaciones, como el voluntariado «Puntos de lectura», que no dejé de aceptar.