El año de la Vaca
El año de la Vaca
Averbach, Márgara
Ilustraciones: Enrique Ranzoni
Buenos Aires
Sudamericana (La pluma del gato – Juvenil)
2010
Se reeditó una novela aparecida en 2003, que resulta particularmente interesante por la doble problematización que presenta. En primer lugar, es difícil clasificarla desde el punto de vista del género, ya que, mientras por un lado podría considerarse realista, por otro es fantástica. Es realista por su indagación en la problemática de una adolescente – Nadia/Celeste- que descubre que es una hija de desaparecidos. Es fantástica en tanto que Juana/la Vaca, personaje alrededor del cual gira toda la historia, tiene poderes extrasensoriales: “Juana la miró. Del otro lado del vidrio, la cartera respiró. Se hinchó y se aflojó, como las panzas de los perros cuando duermen. Dos, tres veces. Y de golpe, se abrió. Salieron volando algunas cosas. A mí me hizo acordar al día que solté los pájaros en la plaza.”
En segundo lugar, también podríamos plantearnos el problema del lector al que se dirige este texto. Por un lado, comparte una característica propia de ciertas novelas juveniles que construyen un mundo especular, en relación con el mundo del lector: los personajes son adolescentes, el ambiente es una escuela secundaria, se ponen en escena amores y desamores y los conflictos con los padres. Pero, a diferencia de otros libros que circulan mucho por las escuelas porque –a falta de otros méritos- son fáciles de leer, El año de la Vaca tiene una estructura compleja: está organizado en forma de rompecabezas, con seis narradores (tres varones y tres chicas). Cada uno de ellos cuenta lo que sucedió El año de la Vaca desde su punto de vista, pero Juana/la Vaca no tiene voz propia y sólo accedemos a ella uniendo y contrastando los fragmentos de lo que cuentan los otros.
Esta novela, entonces, puede encontrar sus lectores entre los adolescentes –de hecho, se la incluye en una colección destinada a ellos- pero no les facilitará a los receptores una lectura lineal y sin conflictos. Al contrario, propone un desafío, en más de un sentido.
Elena Stapich
(Mayo de 2011)