Escritos de amor
Escritos de amor
VVAA
Buenos Aires
Alfaguara
2000
Escritos de amor es uno de los cuatro libros (los otros tres son Escritos de terror, Escritos de humor y Escritos de enigma y misterio) que fundan la nueva colección de Alfaguara Juvenil. Ya en el título las claves para saber de qué va esta propuesta: el tema es uno solo, pero los formatos textuales para decir y escuchar palabras que nos besen, nos abracen, nos den celos y nos partan el corazón son muchos y diversos.
La primera señal-anzuelo que desde el título, entonces, nos tira el libro desemboca y parte de los intereses de los propios chicos. «Quiero uno de terror» dice Fausto mientras Fidel me reclama «¿Por qué nunca leemos nada de suspenso o algo que nos haga reír». Y entonces… Buena jugada de la editorial. Porque es común que cuando uno les pregunta a los chicos qué leyeron o qué les gustaría leer no respondan ni con autores ni con géneros sino con esta categorías reclamándonos y apuntando, en definitiva, directamente a los efectos que quieren que los libros ocasionen en ellos: o mantenerlos en vilo, atentos, inquietos frente a lo desconocido; o convertirlos en detectives textuales que descubren asesinos y complots; o acercarlos, como en este caso, a eso que ellos recién están descubriendo, textos que les permitan soñar a futuro o reconocer hoy en las palabras de Gelman su propia voz: «ya que …eres furia de mí paciencia para mí dime qué diablos hago por qué te necesito quién eres muda sola recorriéndome razón de mi pasión por qué quiero llenarte solamente de mí…»
La segunda señal-clave, también desde el título: la palabra «escritos» da cuenta de la heterogeneidad y multiplicidad de textos que van a decir «amor». En su mayoría textos completos (poemas, canciones, cartas, cuentos cortos, graffitis, historietas), pero también fragmentos (fundamentalmente de novelas y textos dramáticos). Y esto último nos puede hacer dudar, porque (y ahora sin ninguna duda) queremos que los chicos lean textos completos y no pedacitos. Pero si nos permitimos pensar que esos fragmentos pueden funcionar como disparadores o prelecturas o coqueteos con los textos originales, que en su mayoría acá son clásicos; si, en definitiva, creemos que Don Quijote puede estar guiñándoles un ojo mientras también se los guiña a Dulcinea, si oímos que Shakespeare los hace jurar por la luna, la inconstante o García Márquez los hace involucrarse en la historia de amor de Fermina Daza y Florentino Ariza, quizás, los fragmentos se vuelven, como en Barthes, unidades de sentido.