La infancia en el cuadro (de honor)
La infancia en el cuadro (de honor)
- 20 septiembre, 2022
- Posted by: Jitanjáfora
La infancia en el cuadro (de honor)
Istvansch
Vera editorial cartonera, UNL
Disponible online aquí
En el postfacio de este texto el autor duda: “Este relato (¿o cuento?, ¿o crónica?)…”, vacilando a la hora de encasillarlo dentro de una categoría determinada. Creemos que se trata de un género, el recuerdo de infancia –dentro de la clase más amplia de las escrituras del yo o autobiográficas- que posee una larga tradición. Sólo en nuestro país podemos remontarnos a Juvenilia, de Miguel Cané, Cuadernos de infancia, de Norah Lange, y más recientemente, a Secretos de familia, de la recordada Graciela Cabal, entre muchos otros. La infancia, ese paraíso perdido, ha merecido ser revisitada por muchos escritores.
Hoy por hoy se prefiere hablar de infancias, en plural, y no de infancia. Y esta mutación viene al caso porque el texto de Istvansch actualiza gozosamente cierta infancia, no cualquiera: la que implicó vivir en un pueblo, a principios de los ’70, en una familia de clase media facilitadora de experiencias que mucho tienen que ver con la formación de la subjetividad del autor. Por ejemplo, las escenas de lectura sobre libros canónicos de aquella época (la colección Robin Hood), las historietas de Asterix, la enciclopedia de los grandes pintores.
Con humor, Istvansch nos hace testigos de rutinas familiares, como el ritual paterno de limpiar la locomotora del trencito eléctrico, cuando “uno lo que quería era ju-gar-yaaaa”. Desfilan personas del pueblo con sus singularidades, descriptos desde una mirada juguetona, hasta irónica, pero no exenta de cierta ternura.
El autor construye el personaje de sí mismo –el pequeño Istvansch ilustrado- en la tensión entre dos ejes: por un lado, su veta “nerd”: mejor promedio, docente sustituto (por vocación) en las clases de historia del arte, destaque en la comparsa pero nunca fútbol, etc. Por otro lado, reconoce con agradecimiento que nada de esto le valió ser discriminado, y que su talento para el dibujo era reconocido por quienes jugaban al fútbol, que suspendían momentáneamente la carrera tras la pelota para acercarse a mirar los retratos que bocetaba desde un costado de la cancha. Istvansch atesora esos tiempos en el recuerdo y ha podido sostener hasta la actualidad el vínculo con la familia, el pueblo, sus ex compañeros y docentes.
Un aspecto relevante lo constituyen las ilustraciones, que son un rescate de sus producciones infantiles y de adolescente, y se intercalan desprejuiciadamente con reproducciones de obras de Miguel Ángel, que –en su momento- sirvieron al proto-docente como material didáctico para las clases que impartía a sus compañeros, en las que, lejos de conformarse con transmitir la noción de renacentista, se proponía el objetivo de que advirtieran los rasgos del manierismo en el artista en cuestión. Genio y figura para una experiencia lectora disfrutable.
Elena Stapich
Septiembre de 2022