La vida sin Santi
La vida sin Santi
Andrea Maturana
Ilustraciones de Francisco Javier Olea
Fondo de Cultura Económica
2014
Págs. 48
Existen escritas infinitas palabras, pero no todas corren la misma suerte. ¿Qué tal la palabra “ausencia”, la palabra “vacío”, la palabra “sin”? Hay algunas más afortunadas que otras, y hay quienes además las catalogan por edad, como si la vida contara las velitas de la torta para mostrarse en toda su complejidad. A los niños las palabras les llegan de forma espiralada: primero una, luego la otra y así se van acomodando una al lado de la otra. El lenguaje prolifera y se expande cada vez más desde esa primera palabrita. Algunas, en primer momento, les resultan incomprensibles. Otras, en cambio, se acomodan perfectamente entre la lengua y el paladar para decir precisamente lo que necesitaban expresar. Andrea Maturana elige hablar, desde la perspectiva de una niña, del gran espacio vacío que dejan los que se van. En La vida sin Santi, Maia se enfrenta a un desafío que seguramente todos hemos experimentado: extrañar. Su amigo Santi se va por un tiempo porque su padre tiene que ir a estudiar muy lejos. Ella deberá convivir con ese círculo oscuro que se proyecta sobre ella y sobre todas las cosas como una sombra. Las ilustraciones de Francisco Javier Olea son un aporte fundamental al texto, pues enriquecen la producción de sentidos a la hora de la lectura. En sus dibujos el vacío ocupa un espacio, y el espacio puede ser también espacio exterior. La vida sin Santi es un libro-álbum que nos invita a reflexionar sobre el tiempo y la distancia: palabras “grandes” para un libro pequeño. Al recorrer las páginas, vemos cómo las palabras la buscan a Maia hasta que encuentran sitio en su boca y aprendemos junto a ella que “hay espacios que el tiempo no toca”.
Josefina Méndez
(Noviembre de 2015)