Mi jardín
Mi jardín
Zidrou y Marjorie Pourchet
Buenos Aires
Pípala
2010
Mi jardín es un libro álbum escrito e ilustrado por Zidrou y Marjoire Pourchet. Como ocurre en los grandes ejemplos de este género, el encuentro entre la palabra y la imagen hace que florezcan nuevos sentidos, que surjan brotes tiernos para que el lector se sumerja en un espacio tentador, conocido y desafiante a la vez.
En la primera ilustración, el protagonista, un hombre maduro, mira por la ventana junto a su taza de té, las hojas del árbol que reina aún en el jardín de su infancia. En el primer texto verbal, por su parte, dos brevísimas oraciones brotan rápidamente en palabras evocadoras: “Un árbol de hojas y pájaros donde descansa el viento cuando ya ha corrido demasiado detrás de las nubes”. Así como las oraciones se van tiñendo con la poesía de las ilustraciones, así como los dibujos se riegan con la retórica de las palabras, así también comienzan a entretejerse el adentro y el afuera: el jardín florece en el interior de la habitación donde el protagonista tomaba el té, y entre lianas, hamacas, hojas y nubes, el narrador se va transformando paulatinamente en el niño que ha sido. Los recuerdos de los juegos en el jardín, los secretos enterrados (que se desentierran), el cuadradito de cielo que se ve por la ventana e invita a salir, la madre, el charquito con el barco de papel van reconstruyendo un mundo perdido y añorado. El tiempo que pasa (y deja sus huellas de hojas verdes y secas en distinto lugares del libro, como guiños al lector), lo que se va y no vuelve, el pasado que se desentierra con sus secretos, el empedrado del jardín viejo que esconde y aprisiona aquello que no volverá a brotar, todo va planteando preguntas: ¿dónde está el protagonista? ¿por qué ha vuelto a la casa de su infancia?
¿va a tomar el té solo o espera a alguien? ¿la persona a la que espera, su madre, vendrá? Los sentidos se abren, las preguntas se agitan al viento de las páginas que interpelan al lector invitándolo a abrir la puerta para salir a jugar, a internarse en ese espacio lúdico, mágico, joven que es el jardín de la literatura.
Carola Hermida